Páginas

lunes, 9 de junio de 2014

EL GRAN SUEÑO


A los nueve años-Cuenta Don Bosco- tuve un sueño. Me parecía estar cerca de casa, en un prado muy amplio, donde se divertía una gran cantidad de chicos. Algunos reían, otros jugaban y no pocos blasfemaban. Al oír las blasfemias, me lancé en medio de ellos e intenté hacerlos callar usando los puños y las palabras. En aquel momento apareció un hombre majestuoso, vestido noblemente. Un manto blanco cubría toda su persona. Su cara era tan luminosa que no lograba mirarlo fijamente. Él me llamó por mi  nombre y me pidió que me pusiera al frente de aquellos chicos. Después añadió:

-Deberás hacerlos amigos tuyos con bondad y amor, no pegándoles. Ven, habla y explícale que el pecado es una cosa mala y que la amistad con el Señor es un bien precioso.

Confuso y asustado, respondí que yo era un niño pobre e ignorante, incapaz de hablar de religión a aquellos pillos.
En aquel momento cesaron las risas, los griteríos y las blasfemias de los chicos, y se reunieron en torno a aquel que hablaba. Casi sin darme cuenta le pregunté:

-¿Quién eres tú, que manda cosas imposibles?

-Precisamente porque estas cosas te parecen imposibles- Respondió- deberás hacerlas posibles con la obediencia y con la adquisición de la ciencia.

-¿Cómo podré adquirir la ciencia?

-Yo te daré la maestra. Bajo su guía uno se convierte en sabio, pero sin ella, incluso quien es sabio se vuelve un pobre ignorante.

-¿Pero quién eres tú?

-Yo soy el hijo de aquella a la que tu madre te enseño a saludar tres veces al día.

-Mi madre me dice siempre que no me junte con aquellos que no conozco, sin su permiso. Por esto, dígame su nombre.

-Mi nombre pregúntaselo a mi madre.

En aquel momento vi junto a él a una mujer majestuosa, vestida con un manto que resplandecía por todas partes, como si en cada punto hubiera una estrella luminosísima. Viéndome cada vez más confuso, me hizo señal de acercarme a ella, me cogió con bondad de la mano y me dijo:

-Mira

Y miré y me di cuenta de que aquellos muchachos habían desaparecido. En su lugar había una multitud de cabritos, perros, gatos, osos y otros muchos animales. Aquella majestuosa mujer me dijo:

-Aquí tienes tu campo, aquí es donde debes trabajar. Hazte humilde, fuerte y robusto, y lo que ahora verás que sucede a estos humildes animales, tú lo deberás hacer con mis hijos.

Miré otra vez, y he aquí que en lugar de los animales feroces aparecieron otros tantos corderos mansos, que saltaban, corrían, bailaban y hacían fiesta en torno a aquel hombre y aquella mujer.

En aquel momento del sueño me puse a llorar. Dije a aquella mujer que no entendía nada de aquello. Entonces me puso una mano en la cabeza y me dijo:

-A su tiempo todo lo comprenderás.

Apenas había dicho estas palabras cuando un ruido me despertó.


FUENTE: Don Bosco, La Historia de un Cura

No hay comentarios:

Publicar un comentario