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sábado, 27 de diciembre de 2014

LEÑADOR O JARDINERO



Era un árbol, de esos que se quedó sin el verdor que solo la primavera le regala… así despojado de sus hojas, parecía un hombre desprovisto cuyas ramas tendidas al cielo parecían manos y dedos extendidos en actitud de pedir algo que calmara su saciedad y su silencio.

De pronto, sintió pasos cada vez más cercanos, sintió el temor del árbol añoso que conoce lo que es un leñador. Pensó en sus ramas secas por el invierno, y en la hoguera que resuelve el frío del leñador… sintió el miedo, a tal punto que cerró sus ojos. No había viento, pero sus ramas se movían al  compás de su angustia interior.

Pero lo cierto es  que al acercarse más los pasos, el  árbol solo espera el primer machetazo. De pronto oye silbar y piensa para sus adentros: ¡Un hombre que silba no puede ser malo, la canción solo brota de un alma generosa! Así que al entreabrir los ojos, descubre los ojos buenos, la mirada transparente de un hombre que luego no tarda en presentarse: ¡No tengas miedo, no soy el leñador, soy un jardinero!

Si un sistema educativo pretende ser eficaz, debe centrar su atención en el tipo de relación que el maestro establece.

Pretendo sugerir la riqueza que brinda una relación personal, la única que provoca un verdadero encuentro. La única que hace posible que maestro y alumno se integren en un vínculo rico y fuerte, sano y sanamente creador, transformador.

Es la relación que comienza por el otro, no por nuestras obligaciones ni por nuestras necesidades o intereses.

La relación personal, que es un verdadero encuentro de personas, revela una capacidad creciente para descubrir mejor al otro y poder ayudarlo desde la mutua comprensión y aceptación de la realidad humana.

Pues bien, esta es la relación que hace posible la educación. La única que sabe de adultez creadora, que sabe del realismo generoso: que los  problemas están para ser resueltos, y no para lamentarse estérilmente, como si fuesen tarea de otros.

Desde aquí es posible hablar de jardinero como forma de vínculo educativo. Y no empobrecedoramente de la disciplina impuesta por el leñador.

Para ser maestro, necesitamos ser jardineros no leñadores. Pero además no se puede ser maestro sin tener fe en la primavera, ya que la primavera hará brotar aquello que fuimos capaces de dejar…


“AL LEÑADOR LE INTERESA LO QUE SE LLEVA. AL JARDINERO LE INTERESA LO QUE DEJA.”